Un día, cuando era niño, fui a visitar a mi abuelita. Cuando salí de su casa ya para despedirme y noté que el cielo estaba nublado, le hice un comentario que había oído decir a otras personas: «está triste el día abuelita…» Inmediatamente me miró y me dijo: «un día no se pone triste por el cielo. La lluvia es una bendición de Dios. Depende de cómo se vea.»

Nunca se me olvidó. Mi abuelita tenía razón. Estamos tan acostumbrados a que factores externos administren nuestro ánimo y emociones, que lo vemos muy normal. Ya ni siquiera reaccionamos en contra de esas cosas. Tenemos defensas muy bajas contra el desanimo, pero argumentos muy fuertes y «lógicos» para no bloquearlo.

No te dejes vencer tan fácil por las circunstancias, grandes o pequeñas. Muchas veces es cuestión de dejar de ver sólo las cosas negativas y darnos cuenta de las muchas cosas positivas. O como dijo mi abuelita, dejar de ver sólo lo nublado, y darnos cuenta que la lluvia es en realidad una bendición.

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